Aunque las de vinos están mucho más extendidas, la popularidad de las catas de aceites va creciendo cada vez más. Es una experiencia realmente interesante para todos aquellos que se consideran amantes de la buena mesa. ¿Os atrevéis a conocer con nosotros cuáles son las diferencias entre una cata de vinos y una cata de aceite de oliva?
Tanto el vino, como el aceite de oliva virgen extra son productos muy mediterráneos. Ambos forman parte de manera casi indispensable de nuestra dieta y nuestro paisaje.
Tanto los vinos como los aceites nos abren un mundo de posibilidades, por su delicada complejidad aromática y gustativa.
A la hora de catar ambos productos, veremos que, efectivamente son muchas las semejanzas, pero también observaremos importantes diferencias.
Estas son algunas de las curiosidades y claves más importantes a tener en cuenta:
Mirando (o no) el color
La fase visual es la primera en entrar en acción y una de las partes más importantes de la cata de vinos.
En la cata de aceite es importante tener en cuenta que el color no nos indica nada sobre la calidad del producto. Por esta razón los catadores profesionales de aceites utilizan un vaso de vidrio de color azul oscuro. El objetivo es no dejarse influir en la valoración por la tonalidad del producto. Esta es una de las diferencias más importantes a tener en cuenta.
La hora de los aromas
Es bastante común que cuando olemos el vino realizamos antes un movimiento circular con la copa para que los vapores se vayan liberando. Antes de acercar la nariz a la copa hacemos esta acción que nos permite percibir un mayor número de aromas.
Para apreciar más los aromas de un aceite lo que haremos es calentar ligeramente el vaso con las manos y aspirar varias veces los efluvios que emanan del interior. Lo siguiente que haremos será compararlos con olores vegetales (hierba recién cortada, manzana, almendra verde, alcachofa, tomate, plátano, etc.).
Fase gustativa
Durante la fase gustativa de una cata de vinos valoramos varios aspectos. Estos son la Intensidad, la densidad, la consistencia y la armonía entre todos los componentes que configuran el sabor del vino. Finalmente, hay que observar la duración de todos estos sabores en la boca.
En una cata de aceites una pequeña cantidad es suficiente para apreciar el sabor del aceite. Distribuyendo esa cantidad por la cavidad bucal se revelan la amargura o el picor, atributos positivos del producto.
Por regla general, inicialmente se degusta el aceite sobre la punta de la lengua y luego, mediante pequeñas aspiraciones sucesivas, se desliza sobre el paladar y posteriormente hacia la garganta.
No todo son diferencias
Al igual que con los vinos, cuando probamos aceites no conviene olvidar algunos aspectos. Incluso cuando han sido elaborados con la misma variedad los matices de aroma y sabor pueden ser muy diferentes. Entran en acción factores como: la zona geográfica donde se ha producido, el suelo, el clima, el grado de maduración del fruto en el momento de recogida, por citar sólo unos cuantos.
Al igual que un vino, un buen aceite debería ser equilibrado y armónico. Términos generales como afrutado (verde o maduro), picante, amargo o dulce se utilizan en ambos casos. Junto a estos encontramos otros más específicos como hierba, hojas verdes u otras referencias a hortalizas (alcachofa, tomate, …) y frutas (almendra, manzana, plátano).